VorMel...

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Se considera que el origen la literatura gótica se sitúa en Gran Bretaña, en particular durante el Romanticismo. Sin embargo, la primera aparición del término -gótico-, tiene lugar cuando el escritor Horace Walpole lo ubica como subtítulo en su obra El castillo de Otranto: Una historia gótica.

jueves, 30 de junio de 2022

La calle, de Howard Phillips (H.P.) Lovecraft

 


C
omo lo prometido es deuda y para que nadie me cante aquello de "antes de meter, mucho prometer; y después de haber metido, nada de lo prometido", voy a comentar una de las novelitas cortas de Lovecraft. Casi la he elegido al azar, con el fin de corroborar o excepcionar mis propias afirmaciones que vertí en esta otra entrada, afirmando que considero como "gótica" toda la obra de Lovecraft.

Posterior a mi elección, y documentándome antes de escribir estas líneas, me he enterado de que fue una obra un tanto polémica, pues tiene cierto tono racista y xenófobo (dice la Wikipedia, que tampoco es que yo me fíe mucho del conocimiento publicado sin contrastar). En todo caso, para formarme mi propia opinión, he releído la novela.

Escrita a finales de 1919, fue publicada por primera vez en la edición de diciembre de 1920 de la revista Wolverine Amateur Journal y reeditado por Arkham House en la antología de 1959 The Shuttered Room and Other Pieces. Mi lectura la he hecho del Tomo I de Narrativa Completa de H.P. Lovecraft, publicado en la colección Valdermar Gótica.

Comienza el relato contando el origen de "la calle" que sería una de tantas de cualquier pueblo o ciudad de, aunque no la cita, Nueva Inglaterra. Como todas, y quizá por azar, comenzó siendo una senda por donde se frecuentaba el paso de carros, gente hasta que finalmente vinieron las construcciones. Hablar de estos orígenes, es hablar de los colonos que llegarían de Inglaterra y que fueron poblando esa zona este de los Estados Unidos. El progreso y prosperar de sus habitantes, cambiaría las cabañas por casas y estas por mansiones, algunas de lujo, "con porcelanas de China y cuberterías de plata traídas de la Madre Patria". El dato de los jóvenes que empezarían a acudir a la universidad  que se levantaba en la llanura del norte, nos hace pensar si Lovecraft no está definiendo alguna calle de Boston.

Y aquí me detengo para identificar una pequeña nota de sobrecogimiento: la descripción de generaciones anónimas que pasan, pero que Lovecraft humaniza con detalles de vestido y costumbres, a a vez que "la calle" permanece, transmite al lector una leve sensación de sometimiento al tiempo y, con él, cierto desasosiego.


El tiempo pasa y la sociedad cambia. Habla de nuevos habitantes de acentos toscos y desagradables rostros y expresiones. Admito otras interpretaciones, pero no veo en ello un ápice de racismo y xenofobia por parte de Lovecraft. Y es que esos acentos y expresiones desagradables no son otros que los de cualquier persona que emigre para buscar una mejor fortuna o, esos críticos populistas, ¿piensan acaso que los viajeros del Mayflower tenían caras angélicas o sonrisa a lo Bo Derek? Las expresiones de los que tienen que dejar atrás su vida para sobrevivir, son las mismas, vengan de Inglaterra, Italia, España, México, sean Curdos o emigrantes que, desde la región de Sayago, en la provincia de Zamora, emigran a Madrid, para buscar trabajo. 

Sea como fuere, y por el propio fluir del tiempo y evolución de las cosas, parece ser que "la calle", sujeta a ese ciclo de los tiempos, perdió el glamour antes adquirido, empobreciéndose. Aprovecho ahora para dar mi opinión: seguro que en el siglo XXI esa "pobre calle" volvió a florecer, habitada por prósperos hipsters, cafeterías de diseño con conexión Wifi y acciones en Wall Street. Este artículo comienza a fastidiarme mucho, así que centrémonos en el estudio de la "goticidad" de la novela.

Para hacer este análisis, sugiero al lector que lea la novelita hasta el final pues, especialmente importantes son los últimos tres o cuatro párrafos. Finalmente se verá en que no hay ni un sólo protagonista humano en la obra. La protagonista es "la calle" y, de modo tangencial, un poeta y un viajero que, hacia el final, dan su explicación sobre "los hechos".

Obviamente, no hay un castillo o abadía propios de las novelas góticas de su Edad de Oro, pero Lovecraft se las arregla magistralmente para que tengamos en la cabeza esas notables mansiones victorianas de Nueva Inglaterra, al principio espléndidas y, pasado el tiempo, en decadencia...lo que las hace más hermosas y, a la vez, más tenebrosas.

En la trama existe un hilo que no es otro que el hilo de la historia del ser humano. Ya antes comenté que me resulta paradójico que, un país donde todos -históricamente- fueron emigrantes, se califique a los nuevos residentes como emigrantes; posiblemente estemos ante una de las miserias del ser humano y que, ya de por sí, es lo suficientemente tremenda como para provocar pánico. En este punto, pienso que Lovecraft está siendo irónico, agudo, incisivo. Insisto, lejos de acusarle de racista, pienso que está siendo agudamente irónico con esa sociedad blanca y machista que se ve a sí misma como limpia y de puro acento frente a las demás olas de habitantes que, inevitablemente, llegan aquí y allá en este planeta. La cuestión es plenamente actual. Y eso sí da miedo.

Pero, ¿que sucede al final? Quizá basta un párrafo para transformar una obra social en una obra gótica. Lo dejo a la discreción del lector, pero con una gran genialidad observamos que, más allá de la decadente realidad, hay otro mundo, onírico, desconocido, misterioso, preocupante.... pero, ¿no estamos hablando de nuestra realidad?

La sensación de "uncanny" está servida y, con ella, la afirmación de goticidad de esta obra.

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