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miércoles, 11 de abril de 2012
sobre la Calle Torija de Madrid
Cerca de casa, en el barrio "Palacio", está la calle Torija, por la que pasamos frecuentemente cuando volvemos de pasear por una de las zonas que más me gusta de Madrid: la de la Opera-Palacio de Oriente-Plaza de España. El otro día me fijé en el mosaico que reproduzco y que indica el nombre de la calle y deduje, falsamente, que Torija debió de ser un masón, quizá del siglo XIX, tal vez un general implicado en alguno de los períodos liberales de esa época... supongo que el compás sobre la rosa me sugirió la posible vinculación con la masonería.
Nada más alejado de la realidad. Juan Torija (1624-1666) no fue masón sino un arquitecto de la villa, y de ahí el símbolo del compás. Natural de Madrid, su familia estuvo muy vinculada al gremio de la construcción, llegando incluso a establecer líneas de parentesco con algunos de los arquitectos más importantes del Madrid del siglo XVII. El propio Juan de Torija se casó con Isabel de la Peña, hermana del arquitecto Gaspar de la Peña, y su hermana Antonia se casó con el también arquitecto Manuel del Olmo. En este gremio, como en cualquier otro de la época, era fundamental el apoyo de familiares influyentes para introducirse con éxito en la profesión y para relacionarse adecuadamente en la corte... quizá, en definitiva, mi errónea suposición podría salvarse, si consideramos que Torija no perteneció a la "masonería especulativa" propia del siglo XIX y posteriores, sino a la "operativa", es decir, a los gremios de constructores con raíces medievales. ¡Quién sabe!
Juan de Torija y sus hermanos Gil y Manuel, aprendieron el oficio de albañilería y las nociones básicas de la construcción de su padre. Es probable que bajo la órbita familiar realizara sus primeros trabajos, pero a diferencia de sus hermanos continuó estudiando matemáticas y arquitectura. Su carrera tuvo un primer reconocimiento en 1652 con su nombramiento como Aparejador Mayor de las Obras Reales, cargo que consistía básicamente en la inspección de las obras que se realizaban para la Casa Real. También sabemos que colaboró en la reconstrucción del Palacio del Buen Retiro tras el incendio de 1653.
Estas actividades las compaginó con la escritura, pues fue autor de diversos tratados de arquitectura y al se debe la elaboración en 1661 de las «Ordenanzas de Madrid», más tarde aprovechadas por Teodoro Ardemans en sus celebres ordenanzas de 1717 y que venían a regular las actuaciones urbanísticas en Madrid.
En 1658 la Corona le encargó la construcción de la iglesia del Hospital de Montserrat de la calle Atocha, también conocido como Hospital de Aragón y, posteriormente, el cabildo de la ciudad de Sevilla le encargó la reconstrucción del edificio del Sagrario, después de los intentos llevados a cabo por la comisión de arquitectos formada por Francisco Díaz y su cuñado Gaspar de la Peña. Poco más pudo hacer Juan de Torija, pues murió en 1666 a los 42 años de edad.
En la calle Torija nos podemos encontrar varios sitios remarcables:
1) El edificio donde estuvo el Consejo Supremo del Santo Oficio (Inquisición) desde 1780. Una leyenda en su fachada dejaba claro lo que allí encontrarías: «Exurge Domine et judica causam tuam» (Alzate Dios, y juzga tu causa). Los condenados eran conducidos de la calle Torija a la Plaza de Santo Domingo, sufriendo en ese pequeño trayecto todo tipo de humillaciones.
Allí estaba el Monasterio de Santo Domingo, en el que se celebraron la mayor parte de los autos de fe de Madrid. De este monasterio tampoco queda nada ya que en 1869 se procedió a su derribo. Finalmente, de allí eran llevados hasta la Plaza Mayor, lugar principal de las ejecuciones hasta el año 1795.
2)En el número 8 de la calle Torija está mi Friki-Tienda favorita, con una amplia variedad de camisetas y objetos de culto de "Star Wars". ¿Su nombre? Friki-Hobbies. (No, no me llevo ninguna comisión, aunque aceptaría con gusto alguna de esas camisetas cuyo lema reza "trust on me: I'm a Jedi". Gracias.)
3) El café de chinitas, en realidad un restaurante, al que los guías turísticos llevan a todas las excursiones de japoneses y alemanes y cuya historia es muy curiosa, porque no es de origen madrileño, sino de Málaga, ciudad en la que nació a mediados del siglo XIX. En 1850 el local era el clásico café cantante de la época, instalado en un patio andaluz cubierto, para evitar la lluvia y que ostentaba arcos y columnas, grandes espejos verdes, de los cuales habló Federico García Lorca, mesas y asientos de madera, varios palquitos alineados a lo largo de las paredes laterales y, al fondo, un tabladillo en el que hacían sus exhibiciones los artistas más conocidos de entonces. En pleno Romanticismo, el público del local era muy heterogéneo e iba desde el señorito aficionado de la ciudad y la gente de bronce del puerto, hasta los campesinos que ataviados con sus grandes capas y sus catites, presenciaban con estruendo de voces, gritos y aplausos, las actuaciones de sus bailaoras y cantaores favoritos. Existen dos versiones distintas sobre el origen de su nombre: una de ellas señala que proviene de que el patio del café estaba pavimentado con piedrecillas de canto rodado o chinitas, y la otra que se refiere al comercio que por esos años se hacía, a través de puertos andaluces, con las colonias españolas de Extremo Oriente, es decir, Filipinas, de donde llegaron mujeres de la raza chonguitas -vulgarmente conocidad por las chinitas- a quienes les dió por frecuentar el establecimiento, lo que le valió a éste el nombre de Café de las Chinitas y después, al eliminar el artículo como es costumbre en Andalucía, quedó convertido en Café de Chinitas. Finalmente, ya en los años 60s del siglo pasado, un grupo de empresarios decidiría abrir el locar en Madrid, tal como hoy se conoce.
Lo que en este blog queremos destacar es su estética: se halla instalado en los bajos de un viejo y bello palacio del siglo XVIII, en el número 7 de nuestra Calle de Torija, casi enfrente del edificio del Senado y, por tanto, muy próximo al Palacio de Oriente. Diseñado por el pintor Manuel Mampaso, el decorador Pinto Coelho y el arquitecto Luis Carruncho con una mezcla algo abigarrada de estampas, muebles, sillas, espejos y recuerdos taurinos del siglo pasado. Varias esculturas en bronce y mármol, obra del escultor Sanguino, y diversos cuadros de Vicente Viudes adornan el local. Tampoco percibimos comisión alguna por esta reseña, pero nos dejamos invitar a cenar gustosamente.
La calle Torija va a desembocar a la Plaza de la Marina Española, donde se encuentra el Palacio del Senado, aunque se conoce mejor la parte más moderna, que da a Bailén, semiesquina con Plaza de España. La fachada que da a la Marina Española me parece, personalmente, más bella; de tipo neoclásico, está adornada con numerosos detalles alegóricos y simbólicos. Aquí se puede saber más sobre su arquitectura y ¡ah! por cierto, que no es náda fácil hacer fotografías pues un celoso sistema de guardias de seguridad se ocupan de proteger la sede de este organismo tan necesario, útil, con funciones tan bien definidas y nada costoso para el erario público.
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Victor, tu escribistes esto ? Ni siquiera sabia que habias abierto un nuevo blog, le descubro por el comentario que dejastes en el mio.
ResponderEliminarMenudas ganas me has dado de pasearme por esa calle, pero para eso necesito un guia, y con la misma autoridas de la Santa Inquisicion, a ese papel de guia te condemno cuando vuelva a Madrid.
Querido Henri; me alegra que hayas aterrizado al blog. Efectivamente, no te lo había mencionado y hacía tiempo que no dejaba comentarios en el tuyo. En todo caso, es un placer re-encontrate en la blogosfera con la ilusión de, espero que pronto, poder ir a cenar a alguno de los restaurantes próximos a la calle Torija.
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